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Votos nupciales

Cuento de Brenda Cristina Rosas
2023 Noviembre 01
Pasaba día y noche con los cadáveres, retazos de cuerpo que se extendían sobre metal vivo. Observaba los bordes oscuros y putrefactos que colgaban de la mesa. La delicadeza con la que los empleados de la funeraria los preparaban para despedirlos. Era mejor que regresar a casa, pensar en el divorcio y sumirse en los pensamientos violentos que albergaba su mente. Su estado emocional era tan malo que prefería pasar horas en aquella funeraria desierta donde trabajaba como recepcionista. No quería enfrentar la soledad que había en su departamento, con cajas y bolsas repletas de cosas que Julio había abandonado. Algún día debía regresar por ellas, se aferraba a ese pensamiento.

Él, él y su egocentrismo contrapuesto al fracaso que definía su vida. Llevaba años intentando escribir un libro que finalmente tuviera éxito, sólo para que este colapsara, fracaso tras fracaso. Cada vez que cuestionaba a su esposo, éste la miraba indignado. Nunca confías en mí. Repetía con un tono molesto. Apartaba su cuerpo mientras su cara reflejaba un gesto de enojo y disgusto. Marla estaba cansada, lo único que deseaba era que su esposo entendiera lo difícil que era vivir en el limbo. Al igual que su madre, Marla había tenido que soportar el fracaso de su esposo mientras balanceaba los gastos de la casa, la presión del trabajo y las labores domésticas. Para ese punto se encontraba tan cansada que solo quería que Julio se hiciera responsable; a sus treinta y dos años tenía una carrera trunca en filosofía que nunca había logrado terminar por su indecisión y falta de compromiso. Un trabajo informal que había abandonado como un acto de rebelión y un montón de deudas por los intentos de publicación fallidos. Después de todos esos años, Marla había estado a su lado, había guardado los comentarios que comenzaban a hervir en su pecho, listos para estallar en el momento indicado, pero ese día nunca había llegado. De un momento a otro, Julio se había marchado sin dirigirle la palabra. Deudas acumuladas y una casa por pagar que Marla no podía costear por mucho tiempo. Para siempre nunca había sido una promesa.

Por esas razones y por la decisión de comenzar una nueva vida, Marla había optado por una nueva forma de conseguir una pareja. Poco convencional, sí, pero efectiva. Alguien que no la defraudaría, que no la dejaría completamente sola cuando más lo necesitaba. Con cuidado, le colocó el traje, le dio color a los labios y besó a su nuevo esposo, quien nunca la defraudaría. Lo tomó de la mano y como si salieran de una capilla, la feliz pareja atravesó la puerta de la funeraria, pero no sin antes de que la cabeza del novio rodara por el suelo.