El retrato

Miguel Rodríguez

Diplomantes de la Escritura Creativa y Crítica Literaria nos comparten sus textos a propósito del Día de Muertos y Halloween por convocatoria de la Escuela de Escritura.

Relatos de atmósferas sombrías, tristes, sorpresivas, desde un lugar de creación. Lee a escritoras y escritores en ciernes de este proyecto de Literatura UNAM.*

El viento mueve el papel picado que cuelga por la ventana. Paula extiende el mantel blanco por la mesa hasta asegurarse que no haya quedado ninguna arruga. Coloca un par de velas nuevas y las calaveras de azúcar que en la mañana consiguió en el mercado. Joaquín aparece con la caja de las decoraciones de siempre. Los dos hermanos son los únicos que ahora viven en la casa. Los otros echaron raíces y tienen los suficientes hijos para tener sus propias tradiciones.
 
—Oye, ¿no has visto el retrato de Daniel? —pregunta Paula a su hermano. 
 
—Creo que anoche lo dejé por aquí.
 
—Ya te había dicho que no quiero que esté.
 
Los hermanos no se dirigen la palabra. Es la misma discusión de hace dos años. En un intento por dejar en paz el tema, Joaquín arranca los pétalos de unas flores de cempasúchil. Aunque pretende que Paula no está, ella decide insistir.
 
—Joaquín, quiero poner su foto.
 
—¿Por qué incluirlo? El cabrón nos abandonó. Ni siquiera se paró cuando nuestra madre estaba en el hospital. Él ya no quería saber nada más de nosotros.  
 
—Si todos no lo hubiéramos tratado de esa manera, seguiría aquí con nosotros. 
 
—Hasta eso, agradezco que se haya desaparecido. Vergüenza nos daba a mi madre y a mí pensar que los vecinos supieran que en nuestro techo teníamos un depravado.
 
Paula toma papel picado y le coloca cinta adhesiva para que quede pegado en el borde de la mesa. Las manos le tiemblan, mas no por el miedo a enfrentarse a Joaquín.
 
—Tú no me acompañaste esa noche cuando nos llamaron del hospital. Si hubieras visto… El novio de Daniel estaba inconsciente en la cama a un costado de él. Nuestro hermanito con todo el rostro destruido por los golpes y una decena de tubos conectados a su cuerpo. 
 
—Me has contado eso no sé cuántas veces, pero eso les pasó por hacer sus cochinadas en público. Seguro le andaba tomando la mano al maricón de su novio o le estaba dando besitos, como en la fiesta de quince años de la hija de Lola.
 
—Ay, Joaquín… Por esto, por esto mismo fue que se alejó. Sabes, me hubiera gustado que terminara la universidad, haberlo visto con esa bata blanca por mucho más tiempo. No que se pusiera a trabajar para poder pagarse el primer techo que se topara. -Paula saca unas catrinas de madera y se concentra en quitarles el polvo con un trapo-. Tú, yo… Toda la familia es culpable de que le pasara eso, que nuestro hermanito ya no esté con nosotros. No puedo creer que ni siquiera en espíritu pueda estar en la casa.
 
Joaquín huye molesto hacia la calle. Luego de esperar y esperar a que regrese, Paula termina de poner la ofrenda. Unos días después, en la noche del Día de muertos, por fin aparece el retrato de Daniel. Joaquín lo ha colocado entre la comida, las velas encendidas, el aroma a copal y el pan de muerto. La foto del joven sonriente acompaña a la imagen en blanco y negro de los padres. Por primera vez en muchos años, regresa la felicidad a Paula, la misma que sentía cada vez que toda la familia se juntaba. Sube las escaleras, se encierra en su habitación y duerme, que las visitas no tardan en llegar.


* Estos textos fueron publicados en nuestro portal institucional en octubre de 2023.

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