La casa. Sandra Ramírez

Sandra Ramírez

En el marco de el 8M “Día internacional de la mujer” las alumnas y ex alumnas del Diplomado en Escritura Creativa y Crítica Literaria de la Escuela de Escritura de la UNAM comparten su visión sobre la violencia y los retos a los que se enfrentan las mujeres en su vida cotidiana.

Te invitamos a leer juntas, juntos, juntes y reflexionar acerca de esta fecha.

para Blanca, querida hermana

Yo también he tenido un sueño muchos sueños tantos que se atropellan entre ellos y aún persigo ese pedazo de eternidad que implica la promesa nunca te olvidaré me han dicho y en silencio he visto cómo se cierra una y otra vez la puerta dejándome ensombrecida zigzagueando entre el miedo al vacío y la certeza de que nada es para siempre que nada dura tanto como para evitar que las voces de los chicos que corren hacia la calle me despierten una calle que como el río nunca es la misma calle ni siquiera puede decirse que siempre haya sido calle hubo un tiempo en que era un camino de terracería que cortaba el cerro piedras aquí y allá y árboles y arbustos de esos que llaman endémicos los perales y ciruelos comenzaron a crecer junto con los rosales y los malvones pero antes de ellos pinos oyameles y un reacio capulín que no me dejaba mirar bien los volcanes en ese tiempo coronados por glaciares las historias que se contaban de la mujer dormida cómo no voy tener memoria de ellas si eran mis preferidas en las noches de invierno cuando el hielo se me escurría por todas partes aunque por supuesto que como ya dije nada es para siempre y abril aparecía de golpe con decenas de golondrinas atareadas en la reconstrucción de sus nidos trabajo que realizaban antes del inminente estallido de polluelos y de mierda su llegada todo lo cambiaba pero lo que más cambiaba era la mirada de Estela para quien la anidada era mucho más que un ejercicio evolutivo exitoso era un pretexto para imaginar una vida feliz lejos de su infancia y del hombre que la humillaba por tener un vientre incapaz de retener un producto por más de veinte semanas el trisar incontinente de las aves le permitía olvidarse de su madre y de los hijos que esta no dejaba de parir como si al hacerlo pudiera revivir a la pequeñita muerta en brazos de su hermana mayor Estela y yo desplegaba mi calor y mi anhelo para que siempre fuera primavera pero ya sé lo sabemos todas nada es para siempre y el triunfo de la urbanización llegó con la desaparición de las golondrinas y no hubieron abrazos para defender a los viejos oyameles y Estela murió debido a la leucemia y no le permitieron quedarse conmigo la llevaron a un hospital a recibir cuidados paliativos cuando hubiera bastado la sombra del peral y una sobredosis para llevarla por la buena muerte eso sí soy testigo de cómo he sido despojada hace años que no veo nacer a los niños y los muertos de mí no se despiden a veces solo sirvo para guardar una cama y un refrigerador vacíos entonces me vuelvo oscura huelo a encierro y no hay nadie que cante a los arcoíris del pozo por eso despliego las horas festivas en que las borracheras anticipan más de un coito clandestino esa música cuerpos y niños corriendo a deshoras y yo las más perfecta guardadora de secretos si pudieran escucharme les hablarían de un sueño de ese sueño en el que soy que vuelvo a ser el útero primigenio que alimenta a los no natos y resguarda las memorias de los muertos.

Sandra Ramírez escribe cuentos y poesía. Es mamá de Patricio y especie compañera de dos perras y cinco gatxs. Trabaja como investigadora en el Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la UNAM.

Scroll al inicio