Siempre delante
Manuel sale de la cantina pasadas las dos. Aprieta su cinturón, se acomoda el gabán y finalmente se pone el sombrero de petate. Tendrá que caminar largo rato bajo un cielo helado y sin estrellas para llegar a su casa. Espera que Chole ya esté dormida, pues no desea dar explicaciones. Perdió más de la mitad de la raya en apuestas; faltará el dinero para la ofrenda de este año. ¡Bah! ¡Qué más da! De todos modos, ni las velitas, ni las calaveras de azúcar, ni las flores y tampoco el mole les regresarían a Manuelito. Son cosas pa? viejas chillonas y jotolones que no se hacen el ánimo de aceptar que la vida es culera.