Y luego hubo sirenas
Mi madre me entregó un sobre con un boleto de avión y el dinero suficiente para comprarme otro. Era la mañana de mi cumpleaños y ni siquiera había tocado el desayuno.
—No te quiero ver en la casa el resto del verano —me dijo.—Haz lo que tengas que hacer para enderezarte. Eres todo un hombre y te necesitamos más que nunca.
La abuela tejía en su sofá con la televisión encendida, mientras pretendía no escuchar nuestra plática, como si ella no tuviera nada que ver en esa decisión. Pensé en pedirle a mi hermana Ana que me acompañara en este viaje, porque yo no había ganado ninguna beca para estudiar en una universidad privada en Monterrey y esta sería una última oportunidad para divertirnos juntos. Al empezar a meter la ropa en la maleta, desistí. Éramos gemelos y los dos nos queríamos demasiado. Sin embargo, era el momento de separarnos, de empezar a hacer nuestras vidas solos.
Y luego hubo sirenas Leer más »