Crónica de una lencha anunciada. Mariana Riestra
La primera vez que temí por mi vida como mujer sáfica, me levanté a las 5:30 de la mañana para vivir ese día como cualquiera antes de que diera la noche y pudiera ver a L. Me puse calzones cómodos de algodón porque ni ella ni yo esperábamos una tanga sexy y un bra con push-up a juego, me maquillé como a mí me gustaba, no como me habían enseñado a hacer para que la mirada se me viera más joven o juguetona, me puse botas con apenas un poco de tacón porque con ella no me molestaría ser demasiado baja como para que me lo mencionara todo el tiempo ni demasiado alta para intimidarla. La primera vez que temí como mujer sáfica fue un viernes, pero bien pudo haber sido cualquier otro día.
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