Súbito
Bajé la barra. Distinguí tus piernas. Tus rodilleras. Salí del gimnasio. El aguacero pateaba los árboles, los edificios, las calles. Los carros atracaban enfrente. Por segundos. Desfilaban, pero nadie vendría por nosotros.
Dos horas. Tú, al otro lado del voladizo. Sin miradas. Sin sonidos. Nos estábamos conociendo. El cosquilleo del agua. Quería juntarnos. De la lluvia sólo quedaron las goteras. Nos salpicaban. Me tensé y no sucedió. Huí.
El día siguiente. Me fortaleció la rutina. Sonreíste a mi pregunta. Sugeriste tu partido del domingo. Los domingos existían después de las once, ya contigo a las siete. De niño no jugué al voleibol. Te sentaba natural. Se trataba de tu salto. Cómo golpeabas el balón. Ganaron. Dijiste que sí querías ser mi novio.